Saray Aleixandre Revenga: un sueño hecho realidad para una Fallera de corazón eterno
Hay historias que no necesitan adornos, porque nacen del alma y se escriben solas. La de Saray es una de ellas. Desde que vino al mundo aquel mágico 25 de diciembre de 1999 —regalo de Navidad para su familia y para el mundo fallero—, su destino parecía estar ya tejido entre hilos de seda, pólvora y tradición.
Saray no tardó en demostrar que no era una fallera más. Apenas había aprendido a caminar cuando ya recorría los pasillos del Casal con la mirada curiosa de quien lo siente como su casa. Y en 2009, con tan solo nueve años, se convirtió en Fallera Mayor Infantil de nuestra Falla Artes y Oficios Actor Llorens. Quienes la recuerdan en aquel año no hablan solo de un rostro bonito o de una voz dulce en los actos oficiales. Hablan de carácter. De corazón. De una niña que ya entonces irradiaba fuerza, ternura y compromiso. Una Fallera que se tomaba su papel con una seriedad admirable y que, al mismo tiempo, sabía regalar sonrisas sinceras que conquistaban a mayores y pequeños.
Pero lo suyo no fue flor de un año. Saray ha estado siempre. En cada Nombramiento, en cada playback, en cada representación teatral, en cada evento que la Falla organizaba. No era solo una participante, era una fuerza que motivaba, que contagiaba ilusión, que animaba a quienes dudaban y que, con una sonrisa o un gesto, lograba que muchos se atrevieran a subir al escenario o a implicarse un poco más.
Y ni siquiera los compromisos de la Junta Directiva la detuvieron. El año pasado, como Secretaria de la Falla, demostró que se puede trabajar, organizar y al mismo tiempo seguir disfrutando de cada momento, de cada acto, de cada rincón del casal con la misma pasión de siempre. Porque Saray es eso: entrega, constancia y amor por su Falla.

Hoy, ese mismo corazón sigue latiendo con la misma pasión fallera, pero con la madurez y serenidad de quien nunca dejó de soñar. Saray vuelve a ser protagonista, esta vez como nuestra Fallera Mayor, y con ella se cumple un anhelo que ha crecido en silencio, año tras año, en cada presentación, cada pasacalle y cada ofrenda que vivió como fallera de base.
Pero este sueño no es solo suyo. También es el de una comisión que la ha visto crecer, que ha compartido con ella risas, lágrimas, ensayos, trajes, flores y fuego. Es el sueño de toda una Falla que ve en Saray a la representación perfecta de nuestros valores, de nuestra historia, de lo que somos y de lo que aspiramos a ser.
Porque Saray no solo lleva el traje. Lo habita. Lo honra. Y con cada gesto, con cada palabra y cada mirada, nos recuerda por qué amamos esta fiesta. Porque detrás de cada Fallera Mayor hay una historia. Y la suya es, sencillamente, maravillosa.