Los Presidentes desde 1971
El Esfuerzo, Trabajo y Pasión de un Presidente de Falla: Un Pilar Fundamental en la Fiesta
Ser presidente de una falla no es solo portar una banda que representa a la comisión, sino un compromiso constante que requiere esfuerzo, dedicación y, sobre todo, pasión por la fiesta. Detrás de cada acto, de cada decisión y de cada sonrisa que se ve en los eventos falleros, hay un sinfín de horas de trabajo y una responsabilidad que muchas veces pasa desapercibida. El presidente de una falla es el líder y el representante de una comunidad, que encarna el espíritu de las Fallas en su máxima expresión.
El Esfuerzo Diario
El cargo de presidente de una falla no se limita a los días de marzo cuando la ciudad se llena de pólvora y música. De hecho, el trabajo del presidente comienza mucho antes, en el día a día de la comisión. Desde gestionar reuniones y coordinar con los delegados de las distintas áreas, hasta asegurarse de que cada evento salga adelante de manera impecable, su jornada está repleta de retos logísticos. A esto se suma la labor de recaudar fondos, organizar loterías, rifas y otros eventos que garanticen la financiación necesaria para mantener viva la fiesta.
Muchos presidentes de falla tienen además trabajos y vidas personales que equilibrar, lo que convierte su labor en una auténtica prueba de organización y sacrificio. Son muchas las noches en vela y los fines de semana dedicados enteramente a la falla, dejando de lado momentos personales por el bien común de la comisión.
El Trabajo en Equipo
Uno de los grandes retos de un presidente de falla es saber delegar y trabajar en equipo. Aunque el presidente sea la cabeza visible, detrás de él está una junta directiva y un grupo de delegados que aportan su granito de arena en cada área: cultura, deportes, infantiles, entre otras. La habilidad de un buen presidente radica en motivar y guiar a su equipo, confiando en sus capacidades y creando un ambiente de trabajo colaborativo y respetuoso.
Parte del trabajo también incluye mediar en conflictos, ya que en toda comisión fallera, como en cualquier grupo humano, pueden surgir diferencias de opinión. Aquí es donde la capacidad de liderazgo del presidente brilla, encontrando soluciones que beneficien a todos y manteniendo la armonía dentro de la comisión.
La Pasión que Lo Impulsa Todo
Lo que realmente impulsa a un presidente de falla es la pasión por la fiesta y su amor por su comisión. Ser fallero es algo que se lleva en la sangre, y muchos presidentes han crecido rodeados del ambiente fallero, viendo a sus padres o familiares en el mismo rol que hoy ocupan. Esa pasión es la que les da la energía para seguir adelante incluso en los momentos más difíciles.
La satisfacción de ver a su falla brillar en la «plantà», de escuchar el aplauso de los vecinos después de una «mascletà», o de entregar una ofrenda a la Virgen de los Desamparados, son recompensas que no se miden en dinero, sino en emociones profundas que solo los verdaderos falleros pueden entender.
Además, la relación con la comunidad es otro aspecto crucial. El presidente es, en muchos sentidos, el embajador de su falla ante el barrio y la ciudad. Las fallas no son solo monumentos de cartón y madera, son espacios de convivencia y cultura. Por ello, el presidente debe ser también un defensor de los valores falleros, participando en actos benéficos, colaborando con asociaciones vecinales y manteniendo el espíritu solidario que caracteriza a las Fallas.
El Reconocimiento al Esfuerzo
Aunque a menudo la labor del presidente de una falla no recibe el reconocimiento que merece, su esfuerzo es vital para el éxito de cada ejercicio fallero. Los momentos de estrés, las discusiones y las dificultades se olvidan cuando la comisión celebra una victoria o un acto sale a la perfección. Es en esos momentos cuando el presidente puede mirar atrás y sentir el orgullo de haber llevado a su comisión a cumplir un año más lleno de tradiciones, de alegrías y de unión.
El trabajo de un presidente de falla es una mezcla de esfuerzo, compromiso y amor por su comisión. Es un cargo que exige dedicación total, pero que ofrece a cambio la satisfacción de mantener viva una de las tradiciones más queridas y arraigadas de Valencia. El presidente es, en definitiva, el corazón que late con fuerza detrás de cada falla, garantizando que la llama de la tradición fallera siga viva año tras año.