Las Fallera Mayores desde 1972
El honor y la emoción de ser Fallera Mayor: Un sueño hecho realidad
Ser nombrada Fallera Mayor de una falla es un honor indescriptible, una mezcla de emoción, responsabilidad y orgullo. Para muchas mujeres, este es uno de los momentos más significativos de sus vidas dentro del mundo fallero, ya que se convierten en la figura más representativa de la comisión, asumiendo un papel lleno de simbolismo y tradición. El recorrido hacia este nombramiento está cargado de ilusiones, sentimientos profundos y un sinfín de momentos inolvidables.
La ilusión desde pequeña
Desde temprana edad, muchas niñas sueñan con el día en que serán Fallera Mayor, especialmente aquellas que crecen dentro de una comisión fallera. Ver a las falleras mayores anteriores luciendo sus elegantes trajes, presidiendo los actos y recibiendo el cariño de toda la falla genera un deseo inmenso de, algún día, ocupar ese lugar. Es un sueño que se va tejiendo con los años, entre noches de fiesta fallera y participación en los diversos actos, desde las presentaciones hasta las ofrendas.
El nombramiento: Un momento inolvidable
El día del nombramiento oficial es uno de los momentos más emotivos. Cuando el presidente de la falla pronuncia su nombre, las emociones brotan a flor de piel. Los aplausos, las felicitaciones de familiares y amigos, y la conciencia de que en ese preciso momento ha comenzado un año único en su vida llenan de lágrimas de felicidad a la protagonista.
Ese instante es mucho más que un nombramiento; es la confirmación de que será la máxima representante de su falla, la encargada de portar el estandarte de su comisión y de representar, con orgullo y elegancia, a su comunidad en cada acto fallero. Es la culminación de años de compromiso con la falla y el inicio de un periodo lleno de experiencias únicas.
Los primeros actos: Presentación y proclamación
Tras el nombramiento, se inician los preparativos para los primeros actos oficiales: la proclamación y la presentación. Estos eventos son especialmente importantes porque marcan el inicio de su reinado fallero. Durante la proclamación, la Fallera Mayor recibe, de manos del presidente, las insignias y atributos que simbolizan su nuevo rol. Este acto, lleno de solemnidad y tradición, destaca por su carácter emotivo, donde no faltan los discursos de agradecimiento y el reconocimiento a la trayectoria de la fallera.
La presentación, por otro lado, es un momento de luz y color. Es cuando la Fallera Mayor, vestida con el esplendoroso traje valenciano, aparece ante su comisión, familiares y amigos. El orgullo es evidente en su rostro mientras se escucha la ovación de su falla. El acto también incluye momentos muy emotivos, como la entrega del ramo y las palabras dedicadas por su familia, quienes recuerdan los pasos que la han llevado hasta allí.
El honor de representar a la falla
Ser Fallera Mayor no solo implica lucir el traje con gracia y participar en los actos. También conlleva la responsabilidad de representar a la comisión en su máxima expresión. Esto significa estar presente en los momentos importantes, desde la ofrenda floral a la Virgen de los Desamparados hasta los pasacalles y eventos culturales. Cada acto es una oportunidad para mostrar el orgullo de pertenecer a una comunidad unida por una pasión común: las Fallas.
Además, ser Fallera Mayor implica representar los valores de las Fallas, como la fraternidad, el respeto a la tradición y el amor por la cultura valenciana. En cada saludo, en cada paso, la Fallera Mayor lleva consigo el peso de la historia de su comisión, pero también la alegría de ser parte de una fiesta que es Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
Un año lleno de recuerdos
El año de reinado como Fallera Mayor está lleno de momentos especiales. Desde la esperada “Crida”, donde se invita a toda Valencia a participar en las Fallas, hasta la emocionada despedida en la Cremà, cada instante está impregnado de significado. Los días se suceden entre la alegría de los eventos, el calor de la comunidad y la emoción de compartir el cargo con el resto de falleras mayores del sector.
Cada vez que se coloca el aderezo, cada saludo desde la carroza, cada ofrenda de flores se convierte en un recuerdo que la acompañará para siempre. Las fotografías, los discursos, los gestos de cariño de la comisión, todo conforma un mosaico de momentos imborrables que permanecerán grabados en su corazón.
El legado de una Fallera Mayor
Al final de su mandato, la Fallera Mayor mira hacia atrás y ve un año repleto de vivencias y emociones. Ha sido un periodo en el que no solo ha representado a su falla, sino que también ha crecido como persona. Para muchas, ser Fallera Mayor es el punto culminante de su relación con las Fallas, y para otras, es solo una etapa más en una vida dedicada a esta maravillosa fiesta.
La despedida es siempre un acto emotivo. Al entregar el estandarte a su sucesora, sabe que, aunque su año como máxima representante ha concluido, siempre será recordada como parte de la historia de su falla. Las palabras de agradecimiento se entrelazan con lágrimas de nostalgia, pero también con la satisfacción de haber vivido una experiencia única e irrepetible.