Este pasado fin de semana, el Casal de nuestra falla se transformó en algo muy diferente a lo habitual: en lugar del típico bullicio fallero, se respiraba la emoción de los grandes circuitos de carreras. El rugido de los motores en miniatura, los gritos de entusiasmo y la concentración absoluta eran los protagonistas. Habían comenzado las primeras sesiones de entrenamiento para los aficionados al mundo del Scalextric.
Ya el viernes por la noche, nuestro presidente Francisco, con su ya conocida precisión y entrega, instaló una impresionante pista de carreras. Todo estaba perfectamente calculado: curvas técnicas, rectas vertiginosas y zonas de adelantamiento, como si del mismísimo Nürburgring, el circuito de Cheste o cualquier otra catedral del automovilismo se tratase.
El sábado por la mañana arrancó con un clásico almuerzo fallero, tras el cual se realizaron los últimos ajustes en la pista. A partir de ahí, los verdaderos apasionados del GT y GTR en versión escala tomaron el mando. Cada coche fue minuciosamente afinado, ajustado y, cómo no, “tuneado” con la dedicación de un verdadero piloto de escudería. Las sesiones de pruebas se sucedieron sin parar, y el Casal se convirtió en un auténtico paddock en miniatura.

Los participantes no solo competían, sino que también compartían conocimientos, intercambiaban consejos y hasta piezas de repuesto. La camaradería y la pasión por el motor unieron a veteranos y novatos en una experiencia llena de adrenalina y diversión.
Fue un fin de semana donde el espíritu fallero abrazó el del automovilismo, demostrando que en nuestra Falla siempre hay espacio para nuevas pasiones.
¡Y esto no ha hecho más que empezar! Que ruja el motor… ¡aunque sea en miniatura!
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