Ser Fallero: Un estilo de vida lleno de emociones, convivencia y tradición
Ser fallero o fallera es mucho más que una simple participación en las festividades. Para aquellos que viven las Fallas desde dentro, formar parte de una comisión fallera es un estilo de vida, una experiencia que trasciende el calendario festivo y que abarca todo el año, tejiendo una red de emociones, convivencia y lazos inquebrantables con lo que llamamos la “familia fallera”. Desde la pre-fallas hasta la Cremà, cada etapa tiene su propia magia, pero es la suma de todas estas vivencias la que define el auténtico espíritu fallero.
La familia fallera: Convivencia y amistad
Uno de los aspectos más especiales de pertenecer a una falla es la creación de lo que se conoce como la «familia fallera». Cada miembro de la comisión, ya sean niños, adultos o mayores, forma parte de un grupo unido por una pasión común: la fiesta de las Fallas. A lo largo del año, los falleros conviven, trabajan juntos y comparten momentos de alegría y esfuerzo, creando una atmósfera de camaradería y amistad que va más allá de la fiesta en sí.
El casal, el espacio donde se reúnen los falleros, se convierte en el centro de estas relaciones. Aquí, cada reunión, cada cena, cada actividad es una excusa para fortalecer lazos y compartir tiempo con personas que, con el paso del tiempo, se sienten como una extensión de la familia. La convivencia fallera está llena de risas, historias, y en ocasiones, momentos difíciles que se enfrentan en grupo, siempre con el apoyo de los demás.
Las actividades: Más que fiesta
Ser fallero no solo implica celebrar durante las Fallas. A lo largo del año, se organizan múltiples actividades que involucran a todos los miembros de la comisión, desde las cenas mensuales hasta las competiciones de deportes, juegos de cartas o concursos de paellas. Además, están los eventos de caridad y las colaboraciones con asociaciones, que muestran el lado más solidario de las Fallas.
Estas actividades refuerzan la conexión entre los falleros, quienes se involucran no solo por diversión, sino también por un sentido de pertenencia y responsabilidad hacia su comisión. Los actos culturales, los ensayos para las presentaciones o las tareas más organizativas, como la creación del monumento fallero, requieren tiempo y esfuerzo, pero son momentos en los que cada fallero pone su grano de arena para que la falla funcione y brille con luz propia.
Expectación y preparación
Los meses previos a la semana fallera son un torbellino de preparativos, donde la emoción empieza a intensificarse. Las reuniones aumentan, los trajes empiezan a estar listos, se planifican los eventos y se ultiman detalles del monumento. Esta fase de pre-fallas es clave, ya que todo debe estar preparado para que los días grandes de la fiesta transcurran sin problemas.
Es un periodo de mucha actividad, pero también de ilusión. Las familias confeccionan o retocan sus trajes valencianos, los niños ensayan para las cabalgatas y las falleras mayores y presidentes se preparan para asumir su papel de máxima representación. La falla se convierte en un hervidero de energía, con todos los falleros aportando su tiempo y dedicación.
La Ofrenda: Devoción y tradición
Uno de los momentos más emotivos para cualquier fallero es la Ofrenda a la Virgen de los Desamparados. Durante este acto, cada fallero lleva flores a la Virgen, en un gesto que representa no solo devoción religiosa, sino también un sentido de agradecimiento y tradición. Ver a toda la comisión unida, vestida con el traje típico valenciano, desfilando hacia la plaza de la Virgen bajo los acordes de bandas de música, es una imagen inolvidable.
Para muchos, este es el momento más importante de las Fallas, ya que une generaciones y conecta a los falleros con su historia y cultura. Las lágrimas no faltan, ya que la emoción de participar en la ofrenda es incomparable. Además, este acto refuerza el vínculo entre los miembros de la falla, que viven juntos un momento de gran significado.
La Cremà: Despedida con nostalgia
Después de días de fiesta, llega la noche de la Cremà, el momento en que se quema el monumento fallero. Es un acto lleno de simbolismo, ya que la falla, que ha sido construida con tanto esfuerzo, es consumida por las llamas, representando el ciclo de la vida y la renovación. Para los falleros, la Cremà es un momento agridulce: por un lado, la culminación de la fiesta; por otro, la nostalgia de despedir algo en lo que se ha trabajado durante tanto tiempo.
A medida que el fuego consume el monumento, los falleros se abrazan, lloran y ríen. Es el cierre de un ciclo, pero también el inicio de uno nuevo, ya que, al día siguiente, empiezan a pensar en las Fallas del próximo año. La Cremà es un recordatorio de la efimeridad de las cosas, pero también de la capacidad de la comunidad fallera para regenerarse y volver a empezar con la misma ilusión.
La amistad: El verdadero tesoro
Si hay algo que define a los falleros, es la amistad. Ser fallero significa hacer amigos para toda la vida, personas con las que compartes no solo los momentos de fiesta, sino también los días de trabajo y las dificultades. En las Fallas se crean lazos inquebrantables, ya que la intensidad de los días vividos juntos y el esfuerzo colectivo fortalecen la unión entre los miembros de la comisión.
Las noches en el casal, los pasacalles, los viajes a otros pueblos para participar en sus fiestas, las meriendas improvisadas, todos estos pequeños momentos construyen una red de amistades que es, sin duda, uno de los mayores tesoros de ser fallero.
Ser fallero honesto: Orgullo y compromiso
Finalmente, ser un fallero honesto significa vivir las Fallas con compromiso, respeto por la tradición y un verdadero sentido de comunidad. No es solo estar presente en los días de fiesta, sino participar activamente en la vida de la comisión, respetar a los demás y aportar lo mejor de uno mismo para que la falla siga creciendo. Un fallero honesto es aquel que entiende que las Fallas no son solo una celebración, sino una forma de vivir la cultura y las tradiciones valencianas desde el corazón, con orgullo y autenticidad.